CRÓNICA 3
La primera noche en el hielo nunca es fácil…el frío, la pequeña tienda, la inseguridad de estar sobre hielo seguro o no…muchos factores que hacen necesaria una adaptación de 2 o 3 días. Tras el primer día de buceo comencé la progresión sobre el hielo desplazándome hacia el norte, rumbo a la “Ukonkivi rock”, punto de encuentro para el segundo día de buceo. Se trata de la roca sagrada donde supuestamente vive el dios Uko y donde una vez más nunca nadie había buceado antes. Según me contaron en este lugar se hacían antiguos sacrificios y ofrendas al dios para apaciguar su ira y asegurar la pesca y el alimento de los antiguos habitantes Sami de Inari. Un lugar al que sólo los hombres pueden acceder y según me contó Riitta, la única vez que ella accedió a la roca sintió una fuerte presión en el pecho que le hizo salir pitando de allí… Una vez montada la tienda y abierto el boquete en el hielo vuelvo a sumergirme bastante sugestionado por aquello de entrar en terreno sagrado sin la certeza de que a algún dios de esos que frecuentan el hielo no le molestase mi visita. Lo cierto es que nada más entrar una vez más el regulador se congela y comienzan los problemas viéndome obligado a abrir y cerrar la botella en cada respiración hasta que se forma tal bloque de hielo alrededor de la grifería que la válvula de apertura se bloquea dejando el regulador en flujo contínuo de nuevo. En fin, no me demoro en bajar y bajar por la pared de Ukonkivi hasta que la poca luz hace que frene el descenso y me mantenga estable observando las majestuosas rocas bajo el hielo. Tras una inmersión más corta de lo deseado regreso sin más incidentes a la seguridad insegura de la superficie, donde tras volver a entrar en calor mis amigos se marchan dejándome en soledad, no sin antes dar a Riitta una breve clase de cajón flamenco sobre el hielo…Resulta que Riitta es apasionada del flamenco y la tía se plantó sobre el lago con un cajón para que recordando mi época de percusionista le tocase una bulerías de aquellas que tengo tan olvidadas….. Por fin quedo en soledad. Una soledad que me reconforta y que deseaba…cae la noche y a lo lejos entre tinieblas…la isla cementerio.
CRÓNICA 4
No puedo resistirme. La isla cementerio está demasiado cerca como para no calzarme los esquís y hacer una visita nocturna. El acceso a esta isla no está permitido y aunque he solicitado autorización aún no tengo noticias; Podría entrar, claro, pero una nieve profunda dejaría bien marcadas mis huellas durante días y por respeto a los muertos (y a ser descubierto) decido recorrerla bordeándola sin acceder al interior . Enciendo el frontal y recorro los pocos kilómetros que me llevan a este lugar donde yacen 1.400 personas enterradas desde el año 1.700. Al llegar a la isla reconozco que estoy acojonado, las sombras, reflejos y sonidos se entremezclan con unas pocas cruces de madera que permanecen a la vista sobre una gruesa capa de nieve. Un momento muy especial que me encantaría volver a repetir. Como esperaba, nada “paranormal” sucedió en aquel momento, más allá de la sombra que surgía de vez en cuando y me inquietaba, la cual era simplemente la mía. De vuelta al campamento aprovecho para subir en oscuridad a la Ukonkivi Rock junto a la luna llena y un poquito de Aurora Boreal…otro momento mágico que pasó fugaz como todo en esta vida, parece… Al día siguiente vuelvo a reunirme con Riitta y su marido junto a la isla cementerio. Buenas noticias, tenemos permiso para acceder a la isla, a lo que me dispongo mientras mis amigos se emplean a fondo con la motosierra y el hielo. Para mi decepción había demasiada nieve y todo estaba enterrado. Nada pude ver excepto unas pocas cruces y ciertos montículos de nieve que imaginaba serían tumbas. Realmente aquí todo yace en silencio. Es mágica la mezcla de frío, naturaleza y muerte. Un buen sitio para descansar… Vuelvo a sumergirme bajo el hielo con la incertidumbre de poder encontrar restos óseos humanos en los alrededores, pero una vez más todo queda bajo una densa capa de fango la cual no hace más que complicarme las cosas y cuando parece que todo va más o menos bien…vuelve a congelarse el regulador y poco a poco sin casi poder reaccionar me quedo sin aire a unos 30 metros del orificio de salida. Mal… Por suerte debo tener ya la sangre bastante fría.. y soy capaz de calmarme, respirar lo mínimo y aletear a toda velocidad hacia la luz…con la suerte justa de dar el último amago de respiración lo suficientemente cerca como para sacar la cabeza a tiempo. No estoy nervioso, no pasé miedo, pero eso sí, aprendí la lección.
CRÓNICA 5
Tras despedirme de mis nuevos amigos comienzo mi aventura solitaria…El resto de la travesía discurrió con calma y emoción, en ocasiones con la facilidad de poder seguir una pista que usan las motonieves para desplazarse a través del lago, algo que de poco sirve cuando durante la noche cae una gran nevada dejando 30 cm de nieve sobre la pista. Pero lo emocionante siempre está fuera de pista y de refugio alguno. Cruzar por el centro del lago del Oeste a la zona Este no fue fácil ni seguro, pero sí emocionante. Ya estaba avisado de que encontraría enormes charcos de agua bajo la nieve, creando un terreno imposible de cruzar con esquís viéndome obligado a caminar con la nieve por las rodillas durante casi dos días. ¿Lo peor? la sensación una vez más de no saber si bajo ese charco hay una buena base de hielo o simplemente hielo frágil por el que caer hasta el fondo, algo que afortunadamente nunca sucedió. Los días se iban sucediendo y yo cada vez me sentía más fuerte, más imparable, hasta el punto de hacer el doble de kilómetros previstos en el día…me gustaba esa sensación, quería más, quería agotarme, pero eso nunca sucedió. El tiempo cambió, y desde el cuarto día nunca más volví a ver el sol. El viento fortísimo hacía de la travesía en ocasiones una auténtica pesadilla, pero para eso había venido hasta Inari, no para un paseo al sol sobre el hielo. Afortunadamente no me resultaba difícil entrar en una especie de trance a través de la música, lo cual hacía todo más divertido e incluso me empujaba a bailar en los picos de emoción sobre mis esquís. Desde Mozart hasta Metallica, pasando por los Chichos, Amaral, Soundgarden, Pearl Jam, Hombres G…todo vale sobre el hielo cuando llevas 80 Gb de música variada. El viaje se acababa y esta vez se me hizo corto. Viaje tras viaje al mundo del hielo noto como mi cuerpo se adapta, conoce cada ráfaga de viento, el sonido de la nieve sobre la tienda, el sonido de un animal curioseando cerca, el sonido del hielo en definitiva. Jamás esta será mi casa, pues mi casa está donde están los míos…y quisiera que este mundo de hielo siguiese siendo un refugio al que escapar cuando algo se mueve por dentro. Cuando simplemente siento la llamada.
REFLEXIÓN FINAL
La reflexión final…llega al principio – Texto escrito durante el primer día sobre el lago Inari – Hoy, recién aterrizado en Inari y ya a refugio en el saco echo la vista atrás. Cierro los ojos y entrando en una especie de trance/meditación reflexiono sobre mis viajes como si yo no fuese yo, es decir, sin filtros, prejuicios, ambiciones o personajes mediáticos y me surge la auto-pregunta…¿qué viajes son los que con más añoranza recuerdo? ¿cuales son los que más pesan en la mochila después de tantos kilómetros?…en muy pocos segundos aparecía la respuesta: aquellos compartidos con personas que son o fueron importantes. Para mi sorpresa no vinieron a mi mente esos “sonados” viajes en solitario por las regiones polares como en el que ando metido mientras escribo estas líneas…aparecen los viajes sencillos donde se comparte la aventura y la mochila, como mi reciente viaje a Japón por primera vez con mi hermana…esos son los que más pesan, son los que equilibran la balanza y estoy convencido de que el día en que me toque hacer el último repaso mental al pasado serán esos viajes los que reaparezcan como flashes de una película en la que aparecen ya los créditos. ¿Los otros viajes? ¿las expediciones “extremas”?…esas son la chispa que prende la llama, esas me habrán hecho ser quien soy, crecer por dentro y al fin y al cabo son las responsables de que ellas mismas no tengan ni la mitad de importancia que las otras aventuras compartidas, pues en el hielo me encontré y me seguiré encontrando conmigo mismo creando una especie de energía que se retroalimenta con la ya habitual pregunta de ¿qué hago aquí solo?, ¿qué sentido tiene cruzar este lago helado?…el hecho de que tenga poco o ningún sentido es lo que hace que todo lo demás (la vida mundana digamos) tome un enorme sentido y por consecuencia, la aventura polar en sí misma adquiere todo el sentido del mundo al generar esa energía… Me marcho para luego sentirme dichoso al poder decidir volver a casa. Ahí queda 😉 Abrazos!