El primer despertar en Groenlandia no es nada fácil. Hasta las 23:00 o 24:00 no oscurece “algo” y a las 4:00 ya ha amanecido. Salir de un saco calentito a los -20 aprox del interior de la tienda no es nada divertido. Ponerse las botas casi heladas no es nada cómodo. Abrir la cremallera de la tienda da miedo. Raspar el hielo que se ha formado en el interior de la tienda por la condensación de nuestra respiración no es nada apetecible.
Miquel, mi compañero de tienda , y yo nos coordinábamos bien en las “labores domésticas”. Preparábamos el agua para todo el día y hacíamos el desayuno. Evidentemente no cargábamos con agua para dos semanas, pues estábamos rodeados de agua que solamente había que derretir, por lo que simplemente se trataba de sacar la mano fuera de la tienda, agarrar un buen pedruzco de hielo y meterlo en la cazuela hasta que se hiciese agua. Su sabor es muy bueno y refresca como el agua “Lanjarón”. El único inconveniente es que este agua refresca pero no hidrata el cuerpo, pues al no proceder de ríos en los que el agua se mezcla con sales y demás, no tenía ningún tipo de sales minerales y había que añadirle unos polvitos para convertir el agua en una especie de “aquarius” .
La idea era desmontar rápido el campamento para no pasar frío y empezar a caminar lo antes posible siguiendo el rumbo establecido.
El día empezó mal, pues nuestro guía y cazador inuit seguía sin aparecer y eso era muy mala señal , tanto por él como por nosotros. Todos estábamos muy preocupados.
Sin más , nos pusimos en marcha y mi barba comenzó a hacerse algo mas pesada. Me pagaba como tirones y notaba que mis compañeros de expedición se me quedaban mirando la perilla…había vuelto a ocurrir…mi barba se congeló.
Yo me notaba la cara algo mas tensa y mientras me autofilmaba para el documental me di cuenta de que, una de dos, o me había comido desesperado un pastel de merengue y no lo recordaba, o la barba se me había helado. En cuanto manipulé un poco mi perilla y los pelos empezaban a partirse en forma de estalactitas lo supe.
Tras 5 horas de travesía apareció a lo lejos una pequeña cabaña que resulto ser un refugio de cazadores totalmente vacía. Sin pensarlo y sin respetar los protocolos de seguridad subí la loma que llevaba a la cabaña y disfruté unos minutos de ser el primero en habitar la cabaña después de no se sabe cuanto tiempo. Una pequeña mesa, un par de tablas a modo de somier y un viejo mapa con la ubicación del refugio era todo lo que allí había. El resto de mis compañeros de expedición y yo aprovechamos para calentarnos un ratito en un lugar tan especial y luego ,simplemente seguimos nuestro camino.
El día transcurrió sin novedades. Andar, parar, beber, comer,andar, parar, beber, comer,andar, …. Hasta que algo llamó nuestra atención. Una irregular línea de huellas atravesaba nuestro camino. Por fin el Oso Polar nos dejaba una pista. Huellas recientes de un gran oso. Hasta que no puse mi gran mano con mi gran guante sobre la huella, no fui consciente del tamaño del que había dejado aquella pisada, y …. si así era la garra… cómo sería la bocaaa?? . Pese al impacto y el riesgo que suponía un encuentro cercano, yo deseaba encontrarme con esa maravillosa criatura, y en ese momento me lamenté de no haber traído mi colonia mas pestosa, o un poquito de tortilla de patatas, o salmorejo, o rabo de toro! , para dejar a escondidas un rastro que lo hiciese venir a visitarnos. Eso si sería una historia para contar,no??, jaja!!