Durante los días posteriores se sucedieron buceos pero también muchas expediciones a tierra. Sinceramente disfruté por igual tanto del buceo como de mis recorridos por tierra casi virgen. Una magia y energía bien distinta transmitía la tierra antártica. Pisar donde tantos exploradores pisaron. Caminar por los lugares que a tantos exploradores arrebataron la vida. Ver los restos de dichas exploraciones resistiendo al paso del tiempo. Botes abandonados en la orilla hace casi 100 años. Bases científicas que permanecen tal y como las dejaron sus 4 o 5 habitantes hace muchísimos años ,en la etapa conocida como la época de la carrera antártica y que sirvieron de refugio a muchos aventureros que mas tarde perderían la vida en lucha por conquistar este remoto continente. Entrar en aquellos sencillos refugios, ver y tocar sus intactas ropas fabricadas con pieles de foca, sentarse un segundo en aquellas rudimentarias camas. Nada mas emocionante en este viaje. Ningún momento tan intenso para recordar de este viaje.
Había un sonido bastante curioso y gracioso que nos acompañaba en todas las expediciones a tierra. Se trataba de “la llamada del pingüino”!!. Las colonias de pingüinos eran sin duda lo mas divertido de la Antártida. Miles de pequeñajos pingüinos que no sentían ningún miedo del ser humano. Te podías echar perfectamente una larga siesta entre ellos y todos acabarían acercándose a saludarte. El único inconveniente era el olor que desprendían estas colonias de miles de Pingus comiendo y cagando día tras día,año tras año en un mismo lugar. Supongo que todos habéis olido alguna vez la comida para peces en pequeños papelitos de colores,verdad?, pues mas o menos ese era el olor.
Mi última inmersión en la Antártida me guardaba un momento muy especial. Después de un buceo bastante intenso entre fuertes corrientes inspeccionando una pared bajo una de las bases científicas, y después de desobedecer durante bastante rato las indicaciones de los guías, pues ya hacía mucho que no sentía los dedos de los pies, decidí que quería mantener todos mis dedos e hice a mi compañero la señal de ” me estoy helando,me largo de aquí ” . Comenzamos el ascenso. Pero durante un segundo y ya cerca de la superficie algo se movió a lo lejos. Por supuesto no podía ascender sin investigar de qué se trataba. Un par de aleteos y una enorme sombra apareció como de la nada. Una enorme foca Leopardo macho (la que nos dijeron que ni mirásemos pues era muy peligrosa) de unos 3 metros venía a ponerme a prueba.
Por suerte o por desgracia la enorme cúpula de mi cámara fotográfica creaba un efecto ” espejo ” que mosqueó al enorme macho. Durante unos 40 minutos la tomó conmigo y mi cámara. Supongo que al verse reflejado se mosqueaba y me acosaba continuamente. Mordía la cúpula de la cámara y me lanzaba burbujas de aire para intimidarme. Realmente pese a que no dejaba de tomar fotos y filmar estaba muy acojonado pues me enseñaba bien abierta su boca a menos de 1 metro de distancia y se lanzaba contra mi cámara continuamente. Desaparecía en la profundidad y sin esperarlo aparecía de nuevo buscándome y mirándome continuamente de reojo . Después de 40 minutos de tensión simplemente se marchó como vino. Supongo que el ser humano se le quedó pequeño…normal.
Todo pasaba muy rápido. Saber que nos debíamos marchar dos días y medio antes para cruzar de nuevo el paso de Drake me desanimaba un poco. Poco a poco los grupos se iban mezclando y todos nos íbamos conociendo un poco mejor. Nuestra aventura se completó con una rica barbacoa ,un poco nevada ,en la popa del Molchanov nuestro penúltimo día . Todo muy bonito y especial hasta que los rusos se pusieron a beber con los franceses y después de subir el volumen de la música aquello se convirtió en una pequeña discoteca en medio de la Antártida. En ese momento yo me largué rápido de allí. Me cuesta creer que alguna gente no sea capaz de entender que algunos sitios deben ser respetados con su auténtica magia y esencia. …y el día de regreso llegó.
Directamente pasé de biodraminas y visité al doctor,cosa de la que me arrepentí cuando al final del viaje tuve que pagar los 5 euros que me cobraron por cada parche. Otros 2 días y medio drogado y llegamos de nuevo a Ushuaia. La aventura había llegado a su fin. De nuevo la ciudad,el tráfico,las tiendas…
La Antártida quedaba atrás,como todo. Cientos de fotos y un recuerdo que intentaré alimentar hasta que vuelva a visitar un lugar en el que quedó parte de mi, pues después de lo vivido es imposible ser la misma persona que era antes de vivir por unos días en ” el fin del mundo” .