Durante el último mes y medio he llevado a cabo una expedición en solitario sin precedentes mundialmente conocidos al lugar mas remoto del planeta. La antesala del mismísimo Polo Norte. Siorapaluk, en la región de Thule (Groenlandia), donde tan sólo viven un puñado de cazadores Inuit, los cuales se mostraron sorprendidos y entusiasmados por la visita de un quizás loco explorador, que había llegado hasta el fin del mundo simplemente para sumergirse bajo el hielo…un acontecimiento que rápidamente se corrió de boca en boca por la región, haciéndome de la noche a la mañana “el explorador del año” en este lugar.
Se trataba del primer entrenamiento del proyecto “Subpolar 90° ” (www.subpolar90.es), una expedición que pretende alcanzar buceando en 2014 el mismo polo norte geográfico.
Esta expedición tiene muchos aspectos que la hacían realmente especial. Por una parte jamás nadie intentó bucear en un lugar tan al norte, y menos aún en solitario. Por otra parte podría considerarse una expedición un tanto “kamikaze”, pues todo estaba por ver, ya que no llevaba nada organizado. Sólo me acompañaba un gran petate con comida para diez días, una tienda, un saco y una botella de buceo vacía… sin duda mi suerte estaba en manos de los últimos cazadores Inuit del ártico.
Moverme por Groenlandia con 55 kilos de material era el primer reto. Esconder de alguna manera en cada vuelo los 27 kilos “de más” que llevaba para no tener pagar los 22€ por kilo extra era un serio problema.
Durante los tres días de viaje para llegar al norte de Groenlandia me percaté de que esta aventura sería mucho mas difícil de lo que me imaginaba. No había llegado a mi destino y ya aparecían serios dolores de espalda, rodillas y la única ropa que podía llevar conmigo ya empezaba a estar sucia. Pero sin duda, lo mas difícil fue partir de Córdoba con 26° y tener que llevar puestas botas fabricadas para -100°, y ropa para soportar los -30° que me encontraría en Groenlandia.
Tras dos día de viaje mi primer destino sería Ilulissat, una población que no llegué a ver en ese momento puesto que decidí salir del pequeño aeropuerto y simplemente acampar sobre la nieve para esperar el vuelo que me llevaría al día siguiente a Qaanaaq, el penúltimo pueblo mas al norte del planeta.
Pese a que en esta zona concreta no era habitual, encontrarse de frente con un oso polar puede ocurrir en cualquier momento, por lo que dormir sólo en una tienda en medio de la nada y sin que nadie sepa de tu presencia allí es algo que me mantuvo despierto gran parte de la noche. En estas condiciones cualquier pequeño movimiento de la tienda de campaña te hace incorporarte sobresaltado, pues podría tratarse de un breve soplo de aire o de una visita inesperada buscando la cena.
Llegar a Thule fue algo mágico, pues tras sobrevolar cientos de glaciares y montañas compartiendo avioneta con un puñado de inuits que volvían a su hogar aterricé en un pequeño aeropuerto el cual sólo funciona un día por semana y a partir del cual nada estaba previsto. Todo estaba por escribir.