El ártico te obliga a decidir. O estás con la vida o con la muerte…
Pero hay ciertos lugares donde casi no hay elección, al igual que no hay esperanza.
Aquí la jefa era Ann Andreasen, “la reina de Groenlandia”, como yo llamaba a la directora del Childrens Home, una mujer que había entregado su vida a esta labor. Rescatar jóvenes sin esperanza.
Allí también conocí a Ron, un colombiano que llevaba varios años trabajando allí y con el que por fin pude hablar nuevamente español. Ron me comentaba que la situación de los jóvenes inuit era complicada. Que parecen calmados y felices pero en un día de desesperación deciden acabar con su vida como ocurrió la semana anterior en la misma habitación donde Ron y yo hablábamos, o como hace un mes, que tuvieron que salir a buscar un joven que simplemente había decidido perderse en el hielo para morir.
Una desagradable sorpresa me esperaba…
Veréis, hay una persona muy especial que aún creo que no he nombrado en estos relatos. Innugaarsuk. Una simpática niña inuit de 9 años de la que me enamoré tras cruzar dos palabras un día que me la encontré andando sola en Qaanaaq. Durante aquellos días nos hicimos amigos y ya era una más de mi expedición. No nos entendíamos, pero nos entendíamos muy bien… Aquella niña quedó en Qaanaaq, y también en mi corazón.
Pero aquí, en la otra punta de Groenlandia de repente, sin imaginarlo, me la encontré de frente en el orfanato, a miles de kilómetros de donde nos conocimos. No me lo podía creer… ¿qué haces tú aquí?, le pregunte tras un largo abrazo. No supo qué responderme.
No tardé en indagar. Innugaarsuk acababa de llegar al orfanato. Acababa de ser rescatada de la desesperanza y sólo viéndola me quedaba claro lo perdida, sola y confusa que estaba. Nunca nadie me quiso decir el motivo por el que Innugaarsuk llegó allí. Respeté y entendí que ese sería por siempre su secreto.
Durante aquellos días junto con el resto de los jóvenes del orfanato (de entre 6 y 18 años) compartimos juegos, música, comidas. Pero Innugaarsuk estaba perdida y siempre me buscaba. Allí no había muchos niños de su edad y me explicaron por qué.
Cuando son “rescatados” estos niños y niñas vienen en una situación y con un espíritu muy agresivo y autodestructivo, por lo que nada mas llegar son llevados a una isla apartada de todo, donde no tienen contacto con el mundo exterior. Aprenden a vivir con la naturaleza y a relacionarse con otros niños, y sólo después de aprender ciertas normas, de volver a “sentirse bien”, queridos y respetados, son llevados al Childrens Home para comenzar a construir un futuro para ellos.
Vueltas y mas vueltas di a la situación de Innugaarsuk, hasta que me decidí a hablar con la directora y consultarle sobre la posibilidad de “acoger“ a Innugaarsuk en España. Una decisión compleja y difícil legalmente que quizás os pueda contar como acabó en mi próxima aventura polar.
El día de separarnos llegó e Innugaarsuk y yo lloramos. Me pidió que no me fuese. Le dije que volvería. Le regalé mi pulsera y se encerró llorando en su habitación. Nunca más la vi.
Porque al final, los de aquí somos los de aquí, y los de allí los de allí. Porque a veces las personas pasan junto a nosotros como un soplo de aire fresco y si no estamos rápidos y atentos, simplemente se van.
Nos volveremos a encontrar Innugaarsuk.