Desde los orígenes de la historia el ser humano siempre quiso inventar fronteras, países y leyes con las que controlar a nuestra especie, con las que establecer donde empiezan y donde acaban las cosas, ya se trate de países, horarios de trabajo ,de la misma vida o incluso de emociones… ¿pero quién nos sabe decir con certeza donde empieza y acaba la vida?, ¿en qué momento empieza o acaba un sentimiento?, ¿en qué preciso momento uno comienza a ser feliz y cuando deja de serlo?. De la misma manera, a día de hoy todavía no he visto una línea en el suelo que separe un país de otro, o un gran bosque o glaciar que indique claramente que a partir de ese punto los de aquí son los de aquí y los de allí los de allí.
Pero la realidad que nos toca vivir es que nosotros somos de aquí y “ellos” de allí. Sin más. Así de simple.
Como no, al fin del mundo también le pusieron en su momento un sitio. Por el sur Ushuaia, en Argentina, donde supuestamente, y antes de descubrir la Antártida todo acababa. Y por el norte, Siorapaluk, en la región de Thule (Groenlandia). El último rincón habitado al norte del planeta.
Desde este remoto lugar partió la expedición que conquistó el polo Norte en 1909 dirigida por Robert E.Peary y Matthew Henson, y pocas personas acceden a este lugar, para el que hacen falta tomar 5 aviones, un helicóptero y un día completo viajando en trineo de perros.
Pues a este misterioso lugar me dirigí yo. ¿Para qué?…para sentirme vivo.