Ha llegado el momento de viajar a Siorapaluk. He asumido que no podré bucear en el norte de Groenlandia, pues mi botella sigue vacía y no hay forma de llenarla. Tanto esfuerzo no ha servido para nada…o eso pensaba en ese momento.
Decido ir a despedirme de Hanss, un abuelete que me ayudó a planificar y organizar parte de mi expedición. Nos sentamos en las escaleras de su casa como dos tipos duros compartiendo experiencias y vivencias. En un momento caigo en la cuenta de que a todo el pueblo he preguntado sobre un compresor para llenar la botella menos a Hanss. Se lo comento y…para mi sorpresa me dice que hay algo. Hay una escondida y minúscula estación de bomberos con 3 voluntarios y un camión . Cómoooo? . Llevo casi 10 días por la zona y hasta el día antes de marcharme nadie me había hablado de esto. Cambio de planes. Voy a investigar.
Efectivamente al día siguiente y tras varias gestiones consigo localizar un compresor que usaría tras sobornar al encargado del cuidado del mismo. Con la botella llena sólo necesitaba conseguir un cazador que quisiese llevarme hasta Siorapaluk, mi auténtico destino, en el cual pretendía llevar a cabo el primer buceo en la historia de este lugar.
A los pocos días todo estaba resuelto y me encontraba viajando nuevamente con Rasmus hacia el poblado mas al norte del planeta. Tras 18 horas sobre el trineo, yo, mi cazador y la botella de buceo, alcanzamos la antesala del polo norte. De alguna manera sus habitantes estaban enterados de mi llegada y todo el pueblo bajó a recibirme. 10 personas, en su mayoría cazadores, y un puñado de niños eran los últimos habitantes del planeta…
Que un explorador extranjero visite un lugar tan remoto es como un soplo de aire fresco para estas gentes, cuya vida se reduce a cazar y soportar 6 meses de oscuridad tras 6 meses de luz ininterrumpida. De esta manera me recibieron, ofreciéndome alojarme en sus casas y comer en sus mesas.
Todo el pueblo esperaba cruzarse en algún momento conmigo para establecer algo parecido a una conversación. Me invitaban a visitar sus casas, me ofrecían pieles, figuras hechas con marfil de morsa o narval y cualquier otro suvenir con el que poder ganar un poco de dinero. La comida no era un problema, pues o comíamos las focas u otros animales que cazábamos durante las expediciones o siempre había algún cazador que me ofrecía un buen plato de oso polar, morsa, narval, buey almizclero, Caribou, liebre ártica, halibut, etc… crudo o cocinado,depende.
Tras unos días de integración y de explorar glaciares y montañas, era el momento de cumplir el reto.
Mientras preparo los enganches de mi botella el miedo se empieza a apoderar de mi y no dejo de preguntarme por qué hago esto. Pienso cómo se sintieron todos esos exploradores que se enfrentaron a lo desconocido y dudo mas que nunca si yo realmente quiero ser uno de ellos…si compensa.
Me vienen a la cabeza todos los peligros a los que me enfrentaré mañana; Tantos que decido olvidarlos y ni siquiera escribirlos todos aquí.
Voy a bucear sin compañero, voy a bajar con un solo regulador, un cazador inuit controlará la cuerda que me une con la superficie, no llevo la ropa ni el equipo adecuado, mi sistema de lastre no me permite liberarme del peso ni del equipo, estoy muy cansado y débil tras tantas exploraciones por el hielo…En definitiva voy a incumplir todas las normas del buceo seguro, lo se, voy a meterme en un hueco del que quizás no salga, voy a hacer algo que jamás antes se hizo…pero precisamente todo eso es lo que me hace sentir vivo y no me pienso echar atrás.
Los inuit tienen un filosofía sobre los peligros en el ártico y el hielo, y es que “el ártico y sus peligros tienes que experimentarlos por ti mismo”.