Qaanaaq es un pequeño pueblo a la orilla del mar helado. Un magnífico lugar para la caza de osos, focas, morsas, pero sobre todo narvales. Los mejores cazadores y pescadores inuits viven allí. Un poblado que continuamente me recordaba a la película “la matanza de Texas”, pues no dabas un paso sin encontrarte restos de animales dando un olor muy peculiar a este bello lugar.
Uno de mis sueños era vivir como un inuit durante este tiempo. Vestir como ellos, comer lo que ellos, cazar como ellos, pasar frío como ellos, y después de varios días planificando mis expediciones era el momento de pasar a la acción.
Mads Ole sería mi primer compañero. Un reconocido cazador con el que acordé llevar a cabo una ruta con trineo durante varios días hasta llegar a Qequertaq, un poblado en el que hoy sólo viven 6 personas y en el que me encontré una situación totalmente inesperada.
Tras viajar varios días y cazar todo lo que se moviese alcanzamos este poblado y Mads me invitó a pasar la noche en el suelo de una cabaña donde vivía un familiar suyo. Un abuelete de unos 60 años que estaba realmente enfermo. El cambio climático había despertado ya hace años en estas latitudes un virus llamado “Influenza”, una especie de neumonía que estaba atacando fuerte a los inuits, los cuales morían si no eran llevados a un hospital.
De momento, y viendo el panorama en el interior de esta pequeña casa de madera, decidí tomar mi cena en el exterior aunque la temperatura rondase los -19…
Este señor tosía y tosía de una forma muy exagerada y a las 3 de la mañana tras abrir los ojos y encontrarme a otros 2 desconocidos inuits tirados en el suelo durmiendo, la ansiedad hizo su aparición y decidí que era imposible estar allí. Me levanté y muy enfadado le dije a Mads que me marchaba y que pensaba que había que llevar al hospital a esta persona. Mads me respondió que era imposible, que el hospital mas cercano estaba demasiado lejos…
Tras pasar la noche en otra casa abandonada nos marchamos temprano de vuelta a Qaanaaq. Mi sorpresa llegó cuando ya en el poblado nos dijeron que el anciano enfermo había muerto una hora después de nuestra partida. Al día siguiente un trineo de perros hacía su aparición en Qaanaaq con una gran caja de madera…
Tras esa desagradable aventura entrar a casa de los cazadores ya era diferente. Podía sentir cómo los virus entraban dentro de mi en cada visita a casas que muy probablemente lleven años sin ventilarse. Normal a -30 grados, no?
Mientras me reponía de la dura experiencia decidí visitar el colegio. Mi sorpresa fue enorme cuando me encontré unas instalaciones bastante modernas. El director me recibió y me llevó a una sala muy especial. La sala de música. Una batería electrónica apareció frente a mi al abrir la puerta, y a los pocos minutos mi nuevo amigo y yo estábamos haciendo música. Él a la guitarra y yo sentado a la batería con mis enormes botas preparadas para los -100 grados. Que qué tocamos?…pues empezamos con canciones tradicionales inuit y acabamos con Nirvana…qué os parece?