… y por fin, 34 años después encontré mi pueblo fantasma.
Ha sido una de mis ilusiones desde pequeño, tener todo un pueblo fantasma para mi, y en Groenlandia lo encontré.
Tras subir con gran sufrimiento y arrastrando la pulka una gran colina apareció un pequeño pueblecito. 20 o 30 casas de madera al borde del océano que recordaban a una postal como las que yo nunca envío…, y para llegar a este pueblo, una cuesta abajo, por fin…
Kap Hope es un antiguo pueblo de cazadores Inuits, abandonado hace solo 4 años como si estuviese a punto de entrar en erupción un cercano volcán, pues muchas de las casas están repletas de enseres, ropa, y objetos personales.
Los motivos por los que se abandonó este poblado son dos. Primero porque los cazadores no son tontos y también les apetece vivir en las mejores condiciones posibles y con la mayor cantidad de servicios y vecinos a su alrededor, por lo que los pequeños pueblos de la zona fueron abandonados para unirse en uno solo llamado Ittoqqortoormiit y que sería mi última parada. El segundo motivo es causa directa del deshielo. Veréis, el oso polar es un peligro muy real en este lugar y suele estar al borde de la banquisa, donde el hielo desaparece y solo queda el agua, esperando a las focas para darse un banquete. Qué ocurre?, pues que debido a la desaparición del hielo Kap Hope ha quedado de forma involuntaria al borde de la banquisa, es decir justo en la zona por donde mas se mueve el oso, por lo que salir fuera de una casa es un peligro , ya que el simpático osito puede estar esperando justo en el “paso de peatones”… de echo estábamos avisados y reforzamos las normas de seguridad en lo referente a moverse solos durante el tiempo que estuvimos en el poblado. Tengo que confesar que dichas normas me las borraba de mi cabeza a la vez que las escuchaba. No pensaba desaprovechar la oportunidad de explorar “mi pueblo fantasma” y filmar toda la aventura.
No tardé en comenzar mi visita al pueblo en solitario. Mientras todos descansaban yo me escapaba cámara en mano muy atento a mi alrededor haciendo un mapa del pueblo en mi mente, para no dejar ni una sola de las casas sin investigar. La mayoría de las casas habían sido colapsadas por la nieve que hacía imposible entrar en ellas por peligro de desplome, pero otras…. solo era cuestión de apartar como fuese las montañas de nieve que bloqueaban la puerta. Todo un reto al que no me pude resistir…
Entrar en las casas era de lo mas emocionante. El olor a cerrado o incluso a restos en descomposición creaban un clima de misterio de lo mas estremecedor. Habían dejado allí todo tipo de ropa, enseres y sobretodo recuerdos, fotografías, armas… Las casas semicolapsadas dejaban ver en el techo cantidad de pieles de osos haciendo la función de aislante térmico (como aquí la fibra de vidrio o lana de roca en los edificios) . Yo no dejaba de abrir cajones ,leer papeles, y abrir armarios intentando imaginar cómo vivían estas gentes. Las condiciones eran duras, si ,pero las vistas que tenían cuando miraban por sus ventanas eran simplemente impresionantes. Grandes icebergs podían aparecer delante de sus ventanas en cualquier momento convirtiendo este lugar en algo mágico.
A lo lejos un cementerio captó mi atención y le hice una visita. La mayoría de las cruces de los cementerios Inuits no tienen ningún nombre, pues una vez que alguien mueren le ponen ese mismo nombre a la siguiente persona que nace en la familia, pensando que de esta manera la persona fallecida no queda en el olvido (bonito,no?). No olvidaré el leñazo que me metí al pisar una placa de hielo en el cementerio mientras filmaba. A punto estuve de meter la cabeza en una fosa…
Alrededor del pueblo todo eran restos de cacerías incluso algunas recientes, pues pese a que ya no vivían aquí, muchos cazadores usaban este lugar para pasar la noche o descuartizar a sus presas, dejando en los alrededores pieles de foca, tripas y grasa animal. El buey almizclero y la ballena también dejaban su huella en este lugar, apareciendo a cada paso huesos de viejas capturas.
A la vuelta de una casa un perro muerto me pegó un buen susto. Por aquí el perro ,pese a que es su medio de vida y transporte, no es tratado con mucho cariño. Los educan y crían ellos mismos , pero si alguno les da problemas simplemente le pegan un tiro. Si, se que suena salvaje, pero pensad que en nuestros pueblos se ha actuado de la misma manera durante años, y yo juraría que todavía se hace, y eso si que no tiene justificación ,pues al fin y al cabo y a diferencia con nuestros pueblos, los Inuits viven aislados desde hace cientos de años y quizás culturalmente están “en otra etapa”, no?.
Mi recorrido turístico continuaba. Pasé por lo que fue una Iglesia, un mortuorio, una especie de taberna y muchas casas particulares.
Tras horas visitando el poblado, desaprovechar la oportunidad de pasar la noche en una de estas casas era inviable, así que mis compañeros de expedición y yo buscamos una casa en buenas condiciones y allí nos metimos para pasar un buen rato charlando y disfrutando de una de las últimas noches de la expedición.
A la mañana siguiente fui el primero en levantarme , y con bastante miedo he de reconocer, salí a caminar mientras todos dormían. Para colmo me apetecía ponerme el ipod y escuchar música con el riesgo añadido que suponía , pues ya no solo puede ser que no viese al oso, sino que ahora tampoco lo oiría, por lo que no dejaba de mirar cada 2 minutos tras de mi. Marché a la casa mas lejana del poblado, donde nadie escucharía mis gritos… y en un reflejo de sensatez volví sobre mis pasos con la bengala bien agarrada dentro del bolsillo por si la aventura se volvía “límite”.
Nadie supo de esta última expedición en solitario… hasta hoy.