La expedición en solitario al lago Baikal ha sido todo un éxito personal. Una gran aventura con grandes inmersiones bajo el hielo y con momentos muy tensos y bastante miedo en muchas ocasiones.
El hielo del lago Baikal estaba en muy malas condiciones y ya el primer día sin ni siquiera haberme puesto los equís, poco concentrado, comenzando a las 6 de la mañana en oscuridad y medio adormecido caí al agua al no ver una zona de hielo fino en los primeros 50m!!. Por suerte reaccioné rápido y pude salir rápidamente sin que el agua llegase a entrar en las botas o a calar el pantalón. Imaginad después del susto el ánimo con el que comencé la travesía desde el minuto uno… Ni 100m llegué a recorrer con esquís. No había prácticamente nieve sobre el lago y continuamente patinaba sobre un hielo vivo que me acompañaría intermitentemente hasta el norte del lago. La única opción era usar unos crampones elásticos que afortunadamente llevaba por si me encontraba con esta situación. Lo que no esperaba es que durante las dos semanas de expedición sobre el hielo tuviese que hacer a los crampones hasta 5 reparaciones caseras con alambre. El hielo partía continuamente las cadenas y algo tan simple hacía peligrar el continuar con la expedición. Además un lateral del suelo de la tienda se rajó al quinto día…todo tenía muy mala pinta.
El primer día fue terrible. Era mi primer intento de arrastrar los 100 Kg de material que llevaba, sumado con un viento totalmente en contra que me frenaba en seco, no pudiendo casi avanzar y sufriendo para dar un solo paso contra el fuerte viento. La temperatura era de -28ºC y con el viento de unos 30 km/h la sensación térmica podría alcanzar los -40ºC . En sólo unos minutos comencé a sentir principio de congelación en la zona expuesta de la cara. Todo parecía estar en contra, y pensar que me esperaban tres semanas solo en el hielo me hizo venirme abajo el primer día. No pude evitar picos elevados de estrés, tensión y ansiedad durante los tres primeros días con algún llanto que otro ocasionalmente según avanzaba por el estado de estrés que acumulaba.
La primera gran batalla fue sin duda mental. Mi cabeza me bombardeaba con cientos de mensajes que no me dejaban en paz. ¿pero qué haces aquí?, ¿por qué haces esto?, ¿merece la pena arriesgarse así?, ¿qué estas buscando?, vas a caer al agua, te arriesgas demasiado, si la suerte no te acompaña no volverás a casa ni verás a tus seres queridos más, tienes muchos días por delante, estás solo, etc, etc… No podía pararlo, y día tras día simplemente fue bajando el volumen de esa maldita voz en mi cabeza hasta que desapareció.
Sin duda el no conocer el hielo sobre el que andaba era lo más preocupante. En cada paso sentía que podía caer al agua y al ser un hielo tan cristalino en ocasiones dejaba ver el fondo incluso hasta los 20m de profundidad, aumentando la impresión de estar andando sobre un fino cristal que podía romper en cualquier momento. Esa sensación, que me acompañó durante toda la ruta, me hacía estar muy estresado especialmente cuando la costa quedaba lejos al cruzar en línea recta alguna bahía, haciéndome acelerar el paso para salir de las zonas inseguras lo antes posible. El plan era hacer cada día 25 km en 8-10 horas, pero ansioso por salir de zonas de hielo fino llegué a completar ocasionalmente los 25 Km en 4:45 horas, lo cual día tras día hacía aparecer ciertas lesiones por sobrecarga en las piernas y los pies.
Nada se hizo esperar y ya el tercer día tuvieron que rescatarme del centro del lago por las malas condiciones del hielo con aguas abiertas alrededor. En este tipo de expedición uno simplemente avanza, y aunque tengas alguna información sobre el hielo, las grietas y canales de aguas abiertas están ahí, a tu paso muy probablemente. Según avanzaba el tercer día comencé a ver canales de aguas abiertas. La sensación puede llegar a ser terrorífica, cuando estás solo y tan lejos de la costa y ves que el “hielo” chapotea azotado por el viento, comprobando que donde debía haber hielo hay agua que te obliga a improvisar una ruta a través del laberinto de bloques de hielo, comprobando que las placas son cada vez más finas e inseguras. En este punto la única solución es apretar el culo y acelerar con prudencia para salir de allí lo antes posible, dejando cerca el teléfono satélite y la radiobaliza por si fuese necesario activarla. En aquel momento, pasadas 2 horas en el laberinto comenzaba a pensar que salir de allí sería muy complicado, cuando sin esperarlo por el rabillo del ojo derecho veo aparecer un objeto a lo lejos que avanza hacia el norte. Era un hovercraft (aerodeslizador) del servicio de emergencia y rescate. Los miré incrédulo, me miraron incrédulos, los volví a mirar, me volvieron a mirar y finalmente dieron la vuelta y vinieron hacia mi. Eran dos rusos, uno joven y otro de mediana edad que por supuesto no hablaban nada de inglés, pero fácilmente entendí por sus gestos que me preguntaban si estaba loco y qué carajo hacía en medio del lago. Tras intentarles explicar mi plan ellos fueron muy claros y señalándome hacia el norte me dibujaron en el hielo “H2O” y literalmente me cantaron la “marcha fúnebre”, para que entendiese que de seguir avanzando básicamente moriría. Fue una explicación divertida, pero lo entendí rápidamente y se ofrecieron a sacarme de esa zona de hielo. Metimos todo mi equipo en su nave espacial y nos dirigimos una zona cercana a la costa. Según avanzábamos empezamos a surcar canales enormes de aguas abiertas y tras nuestro paso el fino hielo saltaba dejando simplemente agua, algo que me dejó en shock pensando lo que podría haber pasado de seguir avanzando por mi cuenta. Finalmente me dejaron cerca de la costa para proseguir mi ruta hacia el norte un poco más cerca de la costa y lejos del peligroso centro del lago.
Las primeras noches en el hielo fueron bastante incómodas por la sensación de inseguridad que me acompañaba todo el tiempo. El hielo se fracturaba apareciendo en un segundo pequeñas grietas que podían tener decenas de kilómetros de largo y que al formarse rompían el hielo creando un estremecedor sonido que en el silencio sepulcral del lago podía escucharse a kilómetros de distancia. Cada mañana aparecía alguna nueva grieta cerca del campamento, por lo que no dormía muy tranquilo…
Una de las anécdotas más “simpáticas” pero duras del viaje fue cuando se cayó del trineo la bolsa donde llevaba todo el equipo de buceo, perdiendo todo el material necesario para bucear bajo el hielo. Tras 25 Km y 8 horas de dura travesía, cuando acampé me di cuenta de que la bolsa no estaba. La única explicación era que quedó mal enganchada al trineo y debió caer durante la ruta… desesperado, al día siguiente volví marcha atrás sobre mis propios pasos intentando buscar mis huellas sobre un hielo vivo en el que nada quedaba marcado. Podía estar a 500m o haberse caído a 25 km, al principio de mi jornada el día anterior, por lo que estaba desesperado. Tras caminar 15 km tuve suerte y la encontré tirada en el hielo como si nada. Ahora sólo faltaba volver a andar esos 15 km hasta el campamento…
Los días de inmersiones bajo el hielo estaban acordados con anterioridad. Durante la expedición y en diferentes puntos del lago mis “contactos” rusos me ayudarían a romper un hielo que podía tener un grosor de hasta 1 m. Abrir una entrada al agua sin motosierras y picos sería algo impensable. Era un momento especial pues por primera vez utilizaba material Hollis buceando bajo el hielo en condiciones extremas con mi configuración personal “Back Stone System” . Una vez más me reencontraba con el misterioso mundo que habita bajo el hielo…
Lamentablemente no pude llegar al extremo norte del lago. El cambio climático volvió a condicionar la expedición, las temperaturas este año eran muy inestables, pasando en pocos días de -34ºC a -10º rápidamente, fracturando el hielo y apareciendo grietas de muchos kilómetros de anchura, imposibles de cruzar. Las autoridades me advirtieron de que ya habían muerto 5 personas de pequeñas poblaciones cercanas por caer al hielo. Durante este año el hielo era demasiado fino en el norte y no tenía posibilidad de alcanzar mi meta final. Era demasiado arriesgado, y después de varios intentos y de encontrarme entre aguas abiertas y sobre hielo muy fino decidí finalizar la expedición más al sur. Demasiados sustos sobre el hielo durante la expedición…
Personalmente estoy muy contento, y aunque arrastraré ciertas lesiones un tiempo, sufrí congelaciones, perdí la sensibilidad de un dedo del pie, y las altas temperaturas y el cambio climático no me dejaron alcanzar el norte, creo que ha sido todo un éxito, completando el reto de explorar y cruzar el lago por primera vez en solitario esquiando y buceando bajo el hielo en varios puntos de la ruta.
Esta aventura tenía un objetivo mucho más allá de atravesar un lago o completar un “reto deportivo”, pues además para nada me considero “deportista” y me hace hasta gracia si alguien me define así. Un objetivo personal para encontrar respuestas personales a cuestiones personales, pues las expediciones que llevo haciendo en los últimos años realmente tienen más que ver con una inquietud personal que con el deporte en sí. Sólo 2 días necesité para encontrar la gran mayoría de esas respuestas. El resto fue una lucha diaria por intentar crear un único equipo entre el cuerpo y la mente, por domar un ego que quedó totalmente expuesto sobre el hielo ante la pregunte de “¿por qué?”. Dos semanas solo en el hielo son suficientes para que como si de un tetris se tratase caigan las piezas y todas las prioridades se pongan en el sitio que les corresponde…mientras el hielo sigue siendo tan solo eso, hielo.
Arrastrar 100 kg de material durante tantos días no es nada divertido y la mente es uno de los peores enemigos en situaciones así. Día tras día conseguí dominarla y silenciarla. Es muy interesante cómo reacciona la mente ante el miedo y la soledad viendo, llegado el momento, con claridad la respuesta a cuestiones personales que durante tu propia vida te hacen tomar un rumbo u otro. En este punto, tengo la certeza de que el lago Baikal ha sido un punto de inflexión en mi inquietud y motivación por explorar las regiones polares y sus inexplorados fondos marinos.
Sin duda correr pensando en la meta sin disfrutar del camino es absurdo si es el ego el que nos motiva. Buscar la medalla o la palmadita en la espalda es lo más estúpido que puede motivar el llevar a cabo una expedición así, en la que te la juegas DE VERDAD. Pese a ello, es el ego el que mueve a la gran mayoría de “deportistas” que afrontan retos parecidos. “Ser el primero en…”, “ser el más…” , “demostrar que…”. Y yo soy uno más, por lo que escuché muy alto mi ego en Baikal. Estaba escondido tras el hielo y me lo encontré de frente. Hablamos largo y tendido. No lo despedí, pues es parte de cada uno de nosotros y hacerlo desaparacer es algo imposible, pero le expuse mis condiciones…y sin opción aceptó.
Por suerte, para nada fui solo al lago más profundo de la tierra. A través el teléfono satélite desde España las personas importantes me calentaban las manos y alimentaban con jamón. Tiraban de las pulkas y arreglaban mis crampones, Orientaban bien el mapa y se arrimaban al saco durante la noche. Un invisible chaleco salvavidas con nombres y apellidos que aún en la distancia siempre quisiera llevar bien amarrado.
Para los que no estéis aún informados, pronto publicaré mi primer libro en el que reflejaré todas las expediciones que he llevado a cabo durante los últimos años en las regiones polares. Todos los detalles y fotos de la aventura al lago más grande, profundo y antiguo de la tierra, las encontraréis en este libro.
Ahora es momento de volver a la aventura diaria, a enfrentarse a los miedos más complejos, los de cada día, e intentar cruzar este otro lago a veces también helado. Una aventura donde uno no lleva ni mapa ni GPS.
Gracias por estar ahí.