Tras abrir junto a Peter, un nuevo amigo inuit, varios orificios en un hielo de aproximadamente 2 metros de espesor me puse en marcha y nuevamente todo el pueblo bajó a ver en persona el acontecimiento de los últimos años. Un español va a bucear bajo el hielo…
El riesgo y la tensión estaba presente tanto en mi como en los asistentes, pues tuve también que adiestrar a Qulu, mi “ayudante” inuit en el buceo bajo hielo, que controlaría el cabo que me unía con la superficie, por lo que mi vida estaría en sus manos durante muchos minutos.
No todo salió como estaba previsto. Por una parte, con los nervios Qulu se olvidó de recoger la cuerda en el momento preciso, por lo que acabé peligrosamente enredado bajo el hielo. Por otra parte estaba usando una configuración del equipo de buceo diseñada por mi mismo en el que llevada a la espalda una mochila llena de piedras a modo de lastre y una botella de buceo en el pecho, equipo que me jugó una mala pasada quedando atrapado entre el hielo y el fondo durante unos interminables minutos.
Pero el frío y el agua a -3 grados también atraparon nuevamente mi alma durante el buceo.
Encontrarme solo bajo el hielo y mirar hacia abajo siguiendo con la vista el contorno de los icebergs que desaparecían en la oscuridad oceánica me producía terror, pero a la vez euforia, pasión, emoción. Me encontraba a miles de kilómetros de la ayuda que necesitaría si hubiese algún problema, pero ya nada importaba.
Pese a todos los imprevistos el reto fue cumplido, y al salir del agua todos los inuits aplaudieron emocionados al ser testigos de tal hazaña.
El espíritu inuit es valiente, inquieto y aventurero. Tras salir del agua cual fue mi sorpresa cuando uno de los cazadores me preguntó si “podía probar”, y tras él dos mujeres inuit muy ilusionadas. En unos pocos minutos estás tres personas, las cuales ni siquiera sabían nadar tendrían la experiencia mas emocionante de todas sus vidas según me dijeron luego: Ser los primeros inuit en sumergirse bajo el mar helado, el cual durante miles de años y generación tras generación sólo pudieron explorar desde arriba. Una experiencia que no olvidarán por el resto de sus vidas.
Durante los siguientes días junto a Qulu y sus perros, exploramos con el trineo los majestuosos icebergs atrapados por el mar helado, realizando numerosas inmersiones en cualquier pequeña grieta que me permitiese adentrarme bajo el hielo.
Mis días en Siorapaluk terminaban y antes de marchar decido visitar a Iko Oshima, un japonés ya inuit que lleva 30 años viviendo aquí y es uno de los mas veteranos cazadores. Decido presentarme en su casa y negociar la compra de algunas pieles. Zorro ártico, perro, liebre, caribú, buey almizclero…cualquier tipo de piel puedo comprar y sacar del país, cualquiera menos la de oso polar. Bueno, si queréis saber lo que conseguí negociar tendréis que visitarme en casa.