Ya me sentía como pez en el agua (helada,claro). Sabía hablar algo en Inuqtitut (su idioma), sabía cómo dar órdenes a los perros, había creado ciertos vínculos con algunos niños y en especial con Innuwatsu, una niña inuit de 9 años que a menudo encontraba por el pueblo y que sin saberlo, sería al final de mi viaje quizás el motivo mas importante para prometer volver a este lugar.
La suerte hizo que sin prepararlo asistiese a uno de los acontecimientos mas importantes del año en Qaanaaq. La carrera de trineo de perros. 40 km de carrera sobre el hielo en la que todos los perros se ponen al límite acabando con sus patas ensangrentadas y cuyo premio es simplemente ser reconocidos por el resto de habitantes del poblado como excelentes “conductores” de trineo.
Durante estos días conocí a Rasmus, un cazador bastante mas simpático que Mads, y con el que realicé otra expedición para ir a cazar.
Viajar en trineo es una experiencia mágica…las primeras 3 horas. Normalmente hacíamos travesías de 12 horas sobre el hielo, y creedme cuando os digo que después de muchos días y horas sobre un trineo, había ocasiones en las que el frío era insoportable, el paisaje dejaba de tener interés para mi y mi única salida era intentar dormir. Encogerme como un gusano, cerrar la capucha hecha con pelo de perro e intentar relajarme con el dulce sonido del trineo deslizando sobre la nieve. Situación que se veía interrumpida cada pocos segundos en el momento en que el trineo pasaba por encima de algún bloque de hielo dando un gran salto al vacío…
Durante uno de estos días de travesía nos cruzamos con una familia de pescadores que llevaban varias semanas en el hielo. Con un gran bote sobre un trineo habían parado a descansar en un pequeño refugio de cazadores. Emocionados por mi visita me ofrecieron una sopa de dudoso aspecto hecha con liebre ártica. La sopa era estupenda… mientras uno no mirase dentro de la taza.
De nuevo me encontraba en Qaanaaq, mi campamento base sentado sobre una piel de oso e intentando planificar mis próximos pasos. En Córdoba están de cruces, y yo aquí, en medio de una ventisca. Mañana no se, pero hoy no cambio mi sopa de foca por ningún rebujito barato.
El teléfono satélite me mantiene conectado con los míos. Aquí llamar por teléfono es impensable y enviar un solo email con una conexión de 4 minutos me ha costado 6 €. Nunca más mandé.
Después de quizás demasiado tiempo creo que ya es hora de una buena ducha. No, no hay, ni taza del váter, bueno taza si, pero bajo la tapa solo hay una bolsa que se debe cambiar cada cierto tiempo. Una buena cubeta y un poco de fuego para calentar agua han de ser suficientes para simular un buen baño. Era divertido, la verdad.