Corazones Estrangulados….(adiós Athena)
Varios días me duró la conmoción…y aún me dura la tristeza. Una helada ventisca del norte ha llegado hasta Córdoba, hasta mi casa, hasta mi corazón. Como en las historias mas bellas y en las mas tristes, todo empieza al recibir una carta… un mensaje que una apenada madre por algún motivo quería compartir conmigo…la pequeña Athena murió en el norte.
Athena siempre seguirá siendo la hija pequeña de Joaanna, una gran mujer Inuit que me cuidó durante muchos de los días que pasé en Siorapaluk. Joaanna también fue la valiente primera mujer Inuit que me pidió sumergirse en el agua helada de Siorapaluk. Y así lo hizo.
Al igual que la mía en torno a ellos, su vida y la de sus tres hijos (Aaron, Athena y Panina) giró en torno a mi durante aquellos días, pues los unos para los otros éramos un soplo de aire cálido en un lugar tan frío y olvidado por el mundo. Compartimos tertulias, reflexiones sinceras, picnic sobre el trineo, y mucha mucha, carne de oso.
Aaron, Athena y Panina, fueron mis tres polluelos árticos. Me seguían a todas partes y juntos explorábamos el poblado, nos enseñábamos mutuamente el idioma, Aaron me enseñó a usar el látigo y yo enseñé a Panina como evitar que se le metiese nieve en las botas. Andábamos y andábamos hasta que Athena se tiraba en la nieve sollozando cansada y sin quedar caminar más. Entonces me la echaba encima y empezaba a poner caras como si hubiese visto al tío mas feo del mundo, de su mundo…¿donde están tus ojos rasgados?, pensaría, ¿ y tus guantes de oso?, ¿no te faltan dientes?, ¿por qué te abrigas tanto si casi no hace frío?, ¿qué idioma es ese que no entiendo?…todo esto dicho con ruidos y cosas de bebe, pues no hablaba todavía…o si. Por las mañanas, esperaban pacientes en la puerta de mi cabaña a que el perezoso turista español se pusiese de nuevo las botas de piel de oso y tomase de nuevo las riendas de su vida.
Pero mientras tanto, alrededor, sin darnos cuenta, el mundo salvaje del ártico seguía presente, y casi todo el tiempo olvidábamos que aquí las leyes de la naturaleza son otras.
Podremos explorar, podremos cazar, podremos sentirnos los reyes del mambo también aquí, pero la cruda realidad de este mundo salvaje decidió mostrarse hoy ante nosotros llevándose la vida de Athena.
En este mundo perdido los animales son eso, la propia palabra lo dice, animales. Y los perros que viven en el polo son bestias mas cerca del lobo que del humano. El miedo al humano los mantiene temerosos y sumisos, incluso juguetones a veces, pero nada mas lejos de la realidad. En cualquier momento pueden atacar y ante cualquier intento de agresión no hay opción. Permitir que el perro domine al humano no sería una buena idea para este pueblo. Un perro que muerde es un perro sacrificado 30 segundos después.
Supongo que a todo ser vivo al final nos sale lo que llevamos dentro. Hay cosas contra las que no podemos luchar. Hay personas que se cruzan en la vida de otras quizás en momentos no adecuados, pero el instinto y el corazón empujan fuerte y, ¿quien osa no hacer caso al corazón?. Athena se cruzó con el lado salvaje del ártico. El mas bello, el mas real, el mas emocionante, el mas duro… Los perros acabaron con la vida de Athena.
Quizás Athena fuese una pequeña exploradora, una aventurera que decidió explorar el último poblado del planeta, asumiendo como algunos hacemos, el riesgo que ello conlleva, las facturas y el precio que supone. ¿Pero quién puede luchar contra eso?…se que quizás tu que me lees no lo entiendes, pero Athena se que sí.
A veces no es tan simple como ser un loco, un irresponsable, un kamikaze, un egoísta… Quizás es tan simple como ser el mas cuerdo, un responsable con este regalo que la mayoría se limita a observar desde una distancia prudencial, sin percatarse como yo hago cada día de que mi piel envejece; o un kamikaze lanzándose sobre la ventisca simplemente para sentirla, sin esperar a que ella nos encuentre; o la persona mas generosa permitiendo a su propio ser salir, soñar, ser un Peter Pan cualquiera, o mucho mejor…Campanilla.
Te queremos Athena